Y luego de un día cargado de estresantes monotonias,
que sucumben ante el agotamiento del lo cotidiano
me dispuse a seguir caminando con rumbo a lo que yo creia
sería mi descanso y reposo.
Al entrar a la habitación
sentí como la tarde se despedia con una suave brisa
que con dulzura acariciaba la parte trasera de mi cuello,
al girar, quedé maravillado con el bello retrato que dibujaba la naturaleza
y mi corazón se encogio de tristeza al saber que algo tan bello
moría agonizado bajo el negro manto de la noche.
Entré, y volvió el mismo sentimiento de siempre,
aquel que no deja que mi reposo sea reconfortante
dentro de mi lúgubre habitación plasmada de recuerdos inborrables
y sentimientos olvidados ya por el terrible tic tac del tiempo.
Enciendo la vela que avergonzada brilla con luz tenue
incapaz de alumbrar todo a mi alrededor, pero eso ya no importa mas,
descargo mis penas y las dejo esparcidas con cada paso que doy
acercándome mas a mi lecho, pero de repente no puedo moverme,
veo horrorizado la silueta de alguién reposando en mi cama,
y trato de correr para escapar de esa espantosa figura que poco a poco se deforma,
sin embargo moverme no puedo, un sentimiento de culpa arruga mi pecho
y me dejo seducir por el olor a melancolía que arrulla mi sentidos.
No puedo más, no más lucha, dejaré que el destino haga nuevamente justicia
y me acerco poco a poco, cuando de pronto, ella, a quien trato de ver el rostro, toma mi mano,
acaricia mi rostro y siento el calido pesar del abandono,
me susurra palabras incomprensibles perdidas por los siglos,
y me embriaga de tristeza, de inconfundible dolor, de sueños olvidados
y de encuentros nunca logrados,
una paz irreal cubre mi habitación y me dejo caer en los brazos de la amargura
encontrando esperanzas muertas, y caigo en la seducción de besos vacios.
Dentro de mi lúgubre habitación la encontré a Ella, cansada por la agonía del desprecio
llegó a cubrirse con el manto de mi agotamiento y mi dolor, ahora todos los dias,
ella me espera sigilosa, celosa y pacientemente, sin tratar de escapar, solo aguardando.
Desde aquel día, no se fue jamás, desde aquel día que nos encontramos ya no nos pudimos separar.
Desde aquel día, cuando le pregunte su nombre, no se fue jamás.
SOLEDAD,
dijo ella.